Texto escrito por Juan Lizárraga Tisnado
Genaro Estrada, el más distinguido de los sinaloenses, nació en Mazatlán el 2 de junio de 1887 y murió en la ciudad de México el 29 de septiembre de 1937.
Cerca del centenario de su nacimiento y del cincuenta aniversario de su muerte, sus principios de derecho internacional estructurados jurídicamente en la “Doctrina Estrada”, tienen hoy más vigencia que nunca, pues la intervención extranjera, particularmente la invasión sajona en los países de tradición hispánica, atentan contra la soberanía de los mismos y debemos anteponer su doctrina para defender tanto la independencia política de los pueblos del continente como la espiritual, tal como el propio Genaro Estrada lo dejó asentado.
Hijo de Genaro Estrada y de doña Concepción Félix de Estrada, quien fuera, además de diplomático, un gran impulsor de la cultura nacional, poeta, bibliógrafo e historiador, inició su educación primaria en Mazatlán y los continuó en Culiacán en el “Colegio Rosales”.
Su inclinación literaria lo llevó a ingresar al periodismo regional, desempeñando primero funciones de redacción y de tipógrafo. Fue una incursión fugaz, originada tanto por su afición a las letras como por necesidad económica. El periódico “El Monitor Sinaloense”, de Faustino Díaz, recogió sus primeros trabajos literarios y a través de él pudo mantener relaciones con Enrique González Martínez, Francisco Verdugo Fálquez, Esteban Flores, Carlos Filio y otros literatos sobresalientes de la época en el estado.
Iniciaba su carrera política. Había sido regidor del ayuntamiento de Culiacán, más al nacer el movimiento revolucionario contra Porfirio Díaz, se traslada a la capital de la República para continuar sus estudios en la Escuela Normal Preparatoria, los cuales combinó con sus actividades periodísticas, ya que ingresó a la redacción de los periódicos “El Diario” y “El Mañana”, en el primero redactando gacetillas intituladas “Lápiz Tinta”.
Aquí ingresa a la vida diplomática, pública su primer libro; su conocimiento bibliográfico le permite divulgar muchas obras inéditas e importantes.
Alfonso Reyes, en su “Evocación a Genaro Estrada”, lo describe así:
“Todo en Genaro Estrada era gusto. Gran trabajador, nada había de angustia en su trabajo, sino que siempre parecía un paladeo voluptuoso. Con el mismo agrado y la misma sensibilidad, emprendía un catálogo erudito reorganizaba un archivo público, que se echaba a andar por la ciudad en busca de una pieza para sus colecciones, o resistía una discusión diplomática de dos horas sobre los diferentes olores morales del petróleo. A esta solida balanza del gusto, que también podría servir de ética, de estética y de metafísica en general, debía sin duda el no enmohecerse nunca en medio los graves negocios del Estado. Sentimiento sin sensiblería, razón sin dogmatismo, cordialidad sin empalago, rapidez sin nerviosidad, alegría sin barullo. Siempre andamos los mexicanos sonando con estas formulas de la rotundez espiritual, del equilibrio en círculo. iCuán pocos las logran! Yo acostumbraba decirle en broma que el secreto de su aplomo estaba en sus bien contados cien kilos. Pero este hombre gordo no era por eso muy pacífico, como el ventero de Cervantes: algo tenía de la abeja zumbona, algo de la ardilla y, en sus ratos de jugueteos, hasta de bailarina rusa”.
“…Y esperó la muerte trabajando, y sigue todavía trabajando para su México, para su América, en el recuerdo de sus amigos, que son tantos en todas partes, y en la perennidad de su obra, su obra de hombre bueno, de excelente escritor y de ciudadano intachable”.
La América conquistada se liberó del dominio inglés, del español, del francés y del portugués. Los países emergían libres del dominio exterior al panorama internacional, y estas situaciones originaron lo que en términos del Derecho Internacional se conoce como “El problema del reconocimiento”.
Los gobiernos de América surgen: 1) cuando un pueblo, una comunidad de hombres asentados sobre un territorio determinado, se vinculan entre sí, buscan el reconocimiento a su existencia como estado, y 2) cuando un gobierno de un estado ya constituido, un gobierno legítimo, ha sido derrocado y sustituido por un gobierno de facto, por medio de la fuerza.
A fines del siglo pasado (XIX), el derrocamiento de gobiernos legítimos y la instauración de gobiernos de hecho, era una experiencia sufrida por varios países de América.
En 1907, el ecuatoriano doctor Carlos R. Tobar, forjó la doctrina que lleva su nombre, en la cual establecía la negación del reconocimiento a los gobiernos de hecho, pues lo contrario significaba el fomento de revoluciones, más su doctrina se inspiró fundamentalmente en la línea política que en esta materia seguía Estados Unidos, permitiendo la intromisión de un gobierno extranjero con la expresa aceptación del gobierno que solicitaba el reconocimiento, lo que era, de cualquier forma, una intervención.
El 27 de septiembre de 1930, el canciller Genaro Estrada envió el siguiente comunicado a la representación de México en el extranjero:
“Con motivo de cambios de régimen ocurridos en algunos países de la América del Sur, el gobierno de México ha tenido necesidad, una vez más, de decidir la aplicación, por su parte, de la teoría llamada ‘reconocimiento’ de gobiernos”.
“Es un hecho muy conocido el de que México ha sufrido, como pocos países, hace algunos anos, las consecuencias de esa doctrina que deja al arbitrio de gobiernos extranjeros el pronunciarse sobre la legitimidad o ilegitimidad de otro régimen produciéndose con este motivo situaciones en que la capacidad legal o el ascenso nacional de gobiernos o autoridades parece supeditarse a la opinión de extraños”.
“La doctrina de los llamados ‘reconocimientos’ ha sido aplicada, a partir de la Gran Guerra, particularmente a naciones de este continente sin que, en muy conocidos casos de cambio de régimen en países de Europa, los gobiernos de las naciones hayan reconocido, es decir, aplicado la doctrina de reconocimiento expresamente, por lo cual el sistema ha venido transformándose en una especialidad para las repúblicas latinoamericanas”.
Después de un estudio muy atento sobre la materia, el gobierno de México ha transmitido instrucciones a sus ministros o encargados de negocios en los países afectados por las recientes crisis políticas, haciéndoles conocer que México no se pronuncia en el sentido de otorgar reconocimiento, porque considera que ésta es una práctica denigrante que, sobre herir la soberanía de otras naciones, coloca a éstas en el caso de que sus asuntos interiores puedan ser calificados, en cualquier sentido, por otros gobiernos, quienes de hecho asumen una actitud de crítica al decidir, favorable o desfavorablemente, sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros.
“En consecuencia, el gobierno de México se limita a mantener o retirar, cuando lo crea procedente, a sus agentes diplomáticos y a continuar aceptando, cuando también lo considere procedente, a los similares agentes diplomáticos que las naciones respectivas tengan acreditados en México, sin calificar ni precipitadamente, ni a posteriori, el derecho que tengan las naciones extranjeras para aceptar, mantener o sustituir a sus gobiernos o autoridades. Naturalmente, en cuanto a las formulas habituales para acreditar y recibir agentes y canjear cartas autógrafas de jefes de estado y cancillería, continuará usando las mismas que hasta ahora, aceptadas por el Derecho Internacional y el Derecho Diplomático”.
La actual política exterior de México está inspirada en la Doctrina Estrada y ha merecido la admiración y agradecimiento de los países progresistas del planeta, ya que su práctica acertada ha conducido a la aceptación de relaciones con gobiernos de corte diplomático y la negación del reconocimiento a gobiernos de corte dictatorial, así como a una atinada línea de asilo a refugiados políticos.
Genaro Estrada desempeñó múltiples cargos diplomáticos, pero más fueron las condecoraciones recibidas de los gobiernos extranjeros.
Aprovechando los ratos de ocio diplomático, Genaro Estrada escribía: ningún género literario le fue ajeno y su acercamiento con los libros lo convirtió en un experto bibliógrafo, de ahí que varias obras, de las que fue mecenas, fueron publicadas o prologadas por él.
Sobre el último tema, Amado González Dávila nos dice y enlista: “Su bibliografía es recta y fecunda. Poetas nuevos de México (1916); La Linterna Sorda, versiones de Jules Renard (1919); Visionario de la Nueva España (1921); Bibliografía de Amado Nervo (1925); Pedro Galín (1926); Episodios de la Diplomacia en México (1928); Crucero (1928); Escalera (1929); Paso a Nivel (1933); Senderillo a Ras (1924); Genio y Figura de Picasso (1933).
Además, Estrada dirigió la publicación de las Monografías Bibliográficas y Mexicanas; las del Archivo Histórico y Diplomático, algunas prologadas por él. Publicó y prologó multitud de obras históricas, una de ellas Breves Apuntes para la Historia de Sinaloa, de Eustaquio Buelna.
Ocho años antes de su muerte, a la edad de 42 años, cuando era Ministro de Relaciones, se unió en matrimonio religioso y civil con Consuelo Nieto y Félix. De este matrimonio nació la única heredera a quien bautizaron como María del Consuelo Concepción Paloma.
Su madre, su esposa y su hija, acompañados del escritor español José Moreno Villa, rodearon en el lecho de muerte al insigne sinaloense, quien víctima de un mal cardiaco falleció en la ciudad de México el 29 de septiembre de 1937.
Sí, esperó la muerte trabajando y todavía trabaja en los mexicanos que supieron de su vida y obra, la obra de un hombre, escritor y diplomático, del hombre más ilustre y distinguido que ha surgido en Sinaloa.
Tomado de:
Genaro Estrada, El Sinaloense Universal, Juan Lizárraga Tisnado, Documentos del Archivo del Congreso del Estado de Sinaloa, LI Legislatura, Culiacán, Sinaloa, México, 1985.
Fuente: AmidosdeMazatlan.com.mx
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